Desde pequeños nos dicen que debemos llegar vírgenes al matrimonio y esta es mi historia. "Cuando era pequeña mi madre me llevaba a mi y mis hermanos a la iglesia cada semana, ella decía que eso era lo que Dios quería y que debíamos seguir su voluntad. Conforme iba creciendo, mi mamá me explico todo lo que le sucedería a mi cuerpo y me hablo de la importancia de llegar pura al matrimonio, me hizo prometerle que así lo haría".
El tiempo pasó y mis madres parecían estar obsesionados con el tema, cada vez me recordaban de la promesa que había hecho y me decían que las mujeres que no llegaban vírgenes al matrimonio vivirían en un eterno pecado mortal y me iría al infierno. Después de tanto escuchar esto, me aferre a la idea y decidí que cuando llegará ese día mi tarea sólo sería dedicarme a mi esposo en cuerpo y alma, lo perdonaría incluso si el viniera manchado con el pecado, llegue a pensar que por esto mi marido me podría llegar a querer más y seríamos más felices.
El tiempo paso y conocí al "amor de mi vida", tuvimos un bonito noviazgo y respetó mi decisión sobre la promesa. Cuando nos casamos yo estaba muy feliz, me case de blanco y tuve una fiesta hermosa, complací a mis padres y cumplí con la voluntad de Dios.
Cuando la fiesta terminó yo y mi esposo nos fuimos a nuestra noche de bodas, al llegar al hotel los nervios no me dejaban respirar, no sabía que decir ni que hacer. Mi esposo parecía tener mucha más experiencia y a pesar de que yo mostraba dolor el parecía que solo buscaba complacer sus fantasías.
Al terminar yo me sentía sucia y en pecado. Me sentía completamente sola y quería salir corriendo de la habitación, pero preferí quedarme llorando hasta quedar dormida. Nada había sido como lo imaginaba, me sentía obligada a complacer todos sus deseos sólo por ser su esposa.
5 meses después quede embaraza de mi primer hijo y 2 años más tarde llegó otro. A los 4 meses del nacimiento de mi segundo hijo, descubrí que mi esposo me era infiel y se lo perdone por mis hijos, pero un año más tarde, lo volví a descubrir con otra mujer, y a pesar de que mis padres me aconsejaban que lo perdonara de nuevo, decidí divorciarme.
Ese hombre por el cual conserve por 25 años mi virginidad me traicionó, ahora tengo 29 años y soy una mujer divorciada y trabajo para sacar adelante a mis dos hijos ya que mi ex esposo no me da nada. Llegue pura al matrimonio como lo prometí y no tuve un esposo grandioso. No me arrepiente de haberme casado porque tuve a mis dos hijos. Ya no voy más a la iglesia, prefiero disfrutar mi vida y vivir en completa libertad.
Disfruta la vida, no dejes de los demás decidan por ti.
Con información de Badabun